La importancia de ser mujer.

Aprovechando la Semana Santa y rememorando el mensaje de Cristo, quiero recordar un matiz muy importante. Cristo siempre incluyó a la mujer en sus actos. A pesar del machismo de la sociedad y de la reprobación de los hombres, él siempre estuvo abierto al compartir femenino y siempre confió en el cuidado de una mujer –María de Magdala- para confiarle su ánimo y visión. Ser mujer es seguramente un reto mayor que el de ser hombre. Los prejuicios de nuestra sociedad, la rudeza social, las cargas familiares, las limitaciones sociales y el nivel de nuestra evolución (todavía nos queda mucho trabajo para mejorar nuestro nivel de conciencia) dificultan todavía más el desarrollo personal de la mujer. Todo y que todos debemos de experimentar la dualidad, la mayoría olvida lo esencial: la humildad, el respeto y la compasión, como actitudes indispensables en una sociedad que busque primar la equidad, la justicia y el “ecologismo”. Sin duda una sociedad más justa no utilizará jamás la discriminación, no juzgará por la condición sexual ni medirá con el mismo “prisma”. Sabrá utilizar los instrumentos idóneos para poder aprovechar al máximo las cualidades de cada persona y tratar con equidad las inquietudes y necesidades de cada cual. Hemos de facilitar que la mujer pueda expresar su realidad y ayudarla a no repetir los errores del hombre –mimetizando sus roles-.

Para ello la mujer debe de expresarse desde la feminidad, no desde la masculinidad. Sólo expresando su energía femenina puede aportar valor a una sociedad “sobrada” de testosterona y falta de inteligencia emocional.