Pasó uno de estos días, conduciendo por Barcelona camino a Bellvitge. Justo en la calle Tarragona, junto al Parc Joan Miró el semáforo se puso rojo. Me encontraba en primera línea ante el paso de peatones, cuando aquel chico, vestido de manera informal, con chaleco y un gorro, nos regaló un espectáculo de malabarismo...tiraba al aire unos boliches y los manejaba con destreza y suma precisión, dibujando escenas "mágicas", mientras su sonrisa nos regalaba amabilidad y sencillez. Yo lo miraba abstraído, pensando en su realidad, en sus circunstancias...más allá de deleitarme con el espectáculo.
El rojo dejó paso al verde y el chico, sin borrar la sonrisa de su rostro nos saludó, dio las gracias y volvió a la acera, donde unas turistas Japonesas le aplaudieron y un hombre le esperaba para compartirle su visión. Yo bajé el cristal y le pedí que viniera...le di un euro (un simple euro) y compartimos la mirada mientras me decía: ¡Muchas gracias!, te he visto tan serio que no he pensado que querrías darme nada. ¡Qué va le dije! lo has hecho genial...¡felicidades!,-le respondí-
Desde la acera el hombre que lo esperaba le indicó que una chica de otro coche quería darle una moneda y otros conductores también quisieron participar.
Todo pasó en un breve instante, el instante que nos regaló el semáforo y que el destino quiso respetar (pues nadie rompió la magia del momento con impertinentes bocinas o con el claxon agresivo de la impaciencia y el egoísmo) Yo seguí mi camino, pero su imagen, su sencillez y su comentario (te he visto tan serio que...) impactaron en mi corazón, me emocionó y sentí haber podido transmitir gravedad, seriedad o dureza. Aprendí que transmitimos sin querer y sin querer también, transmitimos lo que no queremos transmitir.
En este mundo de las formas, el corazón es, sin duda, lo único que verdaderamente tiene valor, lo único que puede expresar lo mejor de cada Ser.
Vivir desde el corazón no es vivir desde el sentimentalismo (eso es ego), es vivir desde la verdad, desde la autenticidad del Ser, sin juicios ni prejuicios.
El miedo, las frustraciones, los complejos, el sentimentalismo y todos los -ismos, nos hacen vivir desde las vísceras, que no son más que fieles servidores del ego y sus complejos.
Gracias a Tod@s los seres que inspiráis la grandeza del Ser, la belleza de la vida y la bondad del corazón.
Namaste.
Jordi.
