Vivimos una época confusa, aparentemente carente de valores, donde la avaricia inspira el oportunismo y el egoísmo. Una época donde el "todo vale" si ello me permite conseguir mis objetivos. La tan criticada obra y a la vez ejemplo de falta de principios y moral "El Príncipe" de Maquiavelo, queda superada por la realidad de una sociedad anclada en la mentira, prisionera del edonismo y de la erótica del poder.
Sin duda, estamos siendo testigos del cambio. Somos protagonistas de un nuevo modelo de sociedad, donde los políticos serán los garantes de los derechos del pueblo, los responsables de imprimir sentido común e inteligencia emocional a las estructuras que conformen nuestra sociedad. Serán responsables de sus acciones y conscientes de su representatividad. No habrá inmunidad, sino responsabilidad, no habrá privilegios ni ventajas diferenciales. Sus actos reflejaran su categoría personal y su dedicación y servicio serán los avales que generen confianza y credibilidad.
Ellos serán los encargados de facilitar una estructura más justa, donde la excelencia pueda manifestarse, donde el esfuerzo tenga recompensa, donde la avaricia y el egoísmo no tengan reconocimiento ni oportunidad. Quizás tardaremos tiempo en ver esta realidad, pero, no cabe duda de que es la realidad que necesitamos y que la sociedad demanda. Si queremos evolucionar, si queremos progresar, necesitamos más sentido común y menos egoísmo.
Hay que abandonar la mediocridad y dejar paso a la excelencia. Hay que abandonar el miedo y permitir que la creatividad y el valor se expresen. Hay que abandonar los recortes sin sentido y permitir que la optimización actúe desde la justicia y la equidad.
Las personas son más importantes que las banderas. La economía ha de estar en función de las personas y no estas en función de la primera.
Namaste.
Jordi.
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