Una fiesta que ha unido voluntades, ha mostrado intenciones y ha querido ser ejemplo de civismo, respeto y entusiasmo, manifestando la importancia del factor humano, de la libertad y del sentimiento identitario. Un respeto que el pueblo catalán siempre ha demostrado, pues es un pueblo con sus defectos, pero también con sus virtudes y entre ellas está el respeto, la capacidad de diálogo, de negociación y el ansia de superación. Ignorar la realidad del pueblo catalán, despreciarla o intentar boicotear su capacidad de superación solo pondrá en evidencia a quién lo intente.
En la unión está la fuerza, siempre y cuando entendamos que unión no significa sumisión ni renuncia a la propia identidad. Cuando un pueblo pide su independencia es como cuando una pareja comparte su malestar: negarlo, ignorarlo o menospreciarlo solo logrará agravar la realidad. Como siempre, en el diálogo, en la comprensión y en la voluntad de colaboración radicará la solución. Cuando esto no es posible es que la mediocridad se ha hecho realidad. No se puede descalificar y a la vez pedir fidelidad y lealtad. Es evidente que si queremos lograr una solución, deberemos de empezar por reconocer nuestras limitaciones y renunciar a la mencionada y tóxica mediocridad.
Un país ha de vivir de sus valores, no bajo el influjo de sus complejos. Catalunya puede ser un buen ejemplo de implicación y de amor inspirada en la identidad de un pueblo. Las distintas autonomías que conforman España aportan valor al conjunto del estado, pero el nacionalismo malentendido genera paranoias y amenazas, donde deberían de potenciarse sinergías y fortalezas.
Sería positivo y productivo, renunciar a los miedos y aprender a reforzar nuestros recursos.
La mediocridad (entendiendo como tal la manipulación, el descrédito y el boicot) no aportará nada de positivo. Mente abierta y corazón sincero serán la clave que nos aportarán la llave de nuestras fortalezas y el valor de la unión.
¿Qué podemos esperar de una familia que ha enfrentado siempre a sus hijos?
¿Estamos a tiempo o perseveraremos en la descalificación y la manipulación?
Como siempre el mejor ejemplo será nuestra actitud.
En la medida en que te permiten Ser, te invitan a pertenecer.
La unión se logra enamorando, no culpabilizando; cuidando, no maltratando; convenciendo, no imponiendo. Ya ha pasado el tiempo de los autoritarismos, de las imposiciones y del maniqueísmo retrogrado.
Que el sentido común nos acompañe y que la buena voluntad nos permita trascender tanta ignorancia y tanta falta de comprensión.
Justificar tu filiación es vivir sin libertad.
Jordi Planes
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