No critiques a tus padres, ámalos.
No critiques a la Iglesia, ámala.
Entiendo que cuando nos hacemos adultos, conocemos los principios de la psicología o conectamos con técnicas de crecimiento personal, identificamos con suma facilidad todo lo que nuestros padres han hecho mal, todo lo que nos han proyectado y las limitaciones que nos han transmitido. Hay muchos hijos e hijas traumatizados o marcados por la educación recibida, por la falta de afecto, por la falta de comprensión e incluso por los maltratos recibidos o los abusos sufridos.
Es fácil comprender que todas estas experiencia generen rechazo y críticas, incluso actitudes hostiles. Lo único que puedo compartir es que el amor es el remedio. El amor que nos ayude a perdonar, a comprender que ellos actuaron desde su mejor intención, desde el único conocimiento que tenían, desde la gestión (buena o mala) de sus propias experiencias, emociones y sentimientos. Su sacrificio nos ha permitido vivir y su ignorancia nos ha ayudado a crecer y ser lo que somos en la actualidad. La humanidad necesita amor, comprensión, compasión, y sobre todo mucho perdón.
Al igual que nuestros padres, la Iglesia, formada por seres humanos, ha desarrollado una función fundamental, tanto para lo bueno como para lo malo. Ha inspirado amor, comprensión, colaboración, educación, ayuda...y también ha generado frustración, complejos, miedos, sensaciones de culpa, represión, rigidez y un juicio mordaz hacia otros seres humanos. Lo bueno y lo malo viajan de la mano. Somos nosotros los que hemos de aprender a discernir y saber extraer lo positivo de cada experiencia (por dura que sea), sin permitir que nuestro corazón se endurezca o nuestra capacidad de amar se limite.
Abandonemos la crítica y aprendamos a amar.
Que nuestras palabras proyecten siempre valor, comprensión, compasión y perdón. Nuestro ego buscará siempre hacer "justicia", desde la crítica y la descalificación. Cuanto menos autoestima tengamos, más dura será nuestra crítica. Cuanto más vacíos nos sintamos, mayor será nuestra incomprensión.
Namaste.
Jordi
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