Formamos parte de una sociedad y lo que preocupa a la mayoría debe de ocuparnos a nosotros. Lo que hace sufrir a los demás debe de ser un objetivo y uno de nuestros propósitos.
No podemos ser felices en un mundo lleno de sufrimiento, de injusticias sociales y de abusos.
Ocupemonos de ser mejores, ocupémonos de aceptarnos, de conectar con el amor y así podremos ayudar a que el mundo conecte con esa felicidad que todos deseamos.
La felicidad sólo se alcanza con el servicio a los demás y el camino no es otro que el amor.
Quien desprecie el sufrimiento ajeno, quien se sienta superior por gozar de una realidad material más próspera o por tener más conocimientos que los demás, estará siendo víctima de un ego limitado, condicionado por el espejismo de la pedantería y por la ilusión del orgullo.
Todos somos uno y todos somos responsables de la realidad que vivimos.
Ha llegado el momento de asumir responsabilidades y de implicarnos.
Que Dios bendiga las Almas de los Seres que viven en el amor, la humildad y el servicio.
Namaste.
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